La identidad batllista
Si al analizar la historia nacional José Mujica se declara
blanco, yo soy colorado, o más precisamente, batllista. Por eso la situación
crítica en que los resultados electorales del 26 de octubre pasado dejaron al
Partido Colorado (PC) me ha motivado a reflexionar –y también a releer algunas
cosas- a fin de formarme una idea sobre cuál es su situación actual y cómo se
ha llegado a ella.
Mientras la debacle de 2004 podía adjudicarse en gran medida
a los efectos de la crisis, interpretación que salía reforzada con la
recuperación electoral de 2009, el retroceso de 2014 abona otra tesis: el
Partido Colorado podría ubicarse como un jugador menor por un largo período de
tiempo –algo similar a lo ocurrido con el Partido Liberal en el Reino Unido.
¿Cómo ha ocurrido esto?
Algunos creen que el presente no es más que la suma de
eventos circunstanciales y la mala suerte. Así, la elección de 2004 se explica
por la crisis y esta última por errores en la concreción de la fórmula
presidencial y/o por la polarización entre el Frente Amplio y el Partido Nacional.
Otros pensamos que la situación actual del Partido Colorado, es resultado de un
proceso de tipo estructural, desarrollado a lo largo de muchos años, en los que
éste fue sufriendo un proceso de cambio que ha dado lugar a lo que algunos
llaman “crisis de identidad”. Es un diagnóstico al que me afilio, si por crisis
de identidad se entiende el no asumir que se ha producido una mutación
identitaria. Es decir que no se trata, en mi opinión, de que el Partido
Colorado no sepa lo que es, sino que se niega a asumirlo.
El Partido Colorado, como los demás partidos políticos
uruguayos, nunca fue una fuerza homogénea. Doctores y caudillos, principistas y
candomberos, batllistas y riveristas, siempre coexistieron identidades ideológicas
diversas. Sin embargo, parece claro que fue la identidad batllista lo que marcó
a fuego al partido durante el siglo XX. Y es que el Batllismo, aunque no fuera
el creador de su época ni el único actor relevante de su tiempo, no sólo
impregnó la identidad colorada sino también la nacional. El Uruguay está lleno
de personas que son batllistas sin saberlo, incluso desde edades tempranas, una
convicción que surge de mi experiencia docente en educación media. Allí aprecié
cómo muchos estudiantes, de apenas 13 o 14 años, solían plantear soluciones u
opiniones “batllistas” ante diversos problemas y situaciones que pueden
plantearse en un curso de historia (y no me refiero sólo a historia nacional,
sino también universal). Es decir, sus opiniones solían tener implícita la idea
de que corresponde al Estado intervenir tanto para liderar el proceso de cambio
económico y social, como para defender a los sectores más vulnerables. Habían
aprendido, quién sabe cómo y cuándo, las dos caras de la identidad batllista:
la lucha por la construcción de un “país modelo” y el rol del Estado como
“escudo de los débiles”.
Si en el Uruguay hay muchos batllistas, y al Partido
Colorado lo ha votado en las últimas tres elecciones un promedio del 13% de la
ciudadanía, entonces los batllistas votan a otros partidos, y no hay que ser
muy brillante para saber por quién están optando. Sobre lo que me interesa
reflexionar no es sobre el crecimiento del Frente Amplio, sino sobre la “huida”
de los batllistas del Partido Colorado -porque más allá de los méritos que haya
hecho el primero para captarlos, alguna responsabilidad debe corresponder al
segundo. Esta reflexión –que, acorde al título del blog carece totalmente de
originalidad- se resume en las tres tesis siguientes.
Tesis 1: la preeminencia riversita en el Partido Colorado
actual es el resultado, no la causa
de la debilidad del Batllismo
La huida de los
batllistas del Partido Colorado se produjo entre 1989 y 2004. En el primero de
esos años muchos electores que habían votado a Sanguinetti en 1984 optaron por
el recién formado Nuevo Espacio. Como consecuencia, el Partido Colorado perdió
diez puntos, el Frente Amplio mantuvo su votación, y el Partido Nacional, que
se incrementó en cuatro puntos, ganó la elección. En suma, que el herrerismo el
principal beneficiario de esta primera fuga de batllistas. Aunque la votación
del Partido Colorado pudo mantenerse en las dos elecciones siguientes –en las
que el FA creció a “costa” del Partido Nacional-, dicha estabilidad se mostró
transitoria. Además, el Partido Colorado nunca pudo recuperar ese 10%, volvió a
hundirse en 2004, y la recuperación de 2009 resultó un espejismo. De hecho,
aunque suele analizarse el crecimiento del Frente Amplio en relación a la caída
del bloque de los Partidos Tradicionales, si se analiza la evolución por
partidos se observa que el crecimiento de su está fuertemente correlacionado
con la caída del Partido Colorado y no tanto con la del Partido Nacional. Éste
último sí se recuperó de su debacle en 1999 y en 2004, a la vez que el Frente
ganaba en primera vuelta, obtenía la misma votación que en 1984 (Tablas 1 y 2).
Tabla 1
Resultados en elecciones presidenciales (%)
|
|||
FA
|
PC
|
PN
|
|
1984
|
21
|
41
|
35
|
1989
|
21
|
30
|
39
|
1994
|
30
|
32
|
31
|
1999
|
40
|
33
|
22
|
2004
|
51
|
11
|
35
|
2009
|
49
|
18
|
30
|
2014
|
49
|
13
|
31
|
Fuente:
banco de datos de Facultad de Ciencias Sociales
|
Tabla 2
Correlación entre resultados electorales, 1984 - 2014
|
||
FA y PC
|
FA y PN
|
|
Coeficiente
de correlación
|
-0,87
|
-0,40
|
Calculado
en base a datos de Tabla 1
|
Es decir que las fluctuaciones del Partido Nacional sí
pueden adjudicarse a factores coyunturales –como la dura lucha interna en
1999-, pero a principios del siglo XXI su situación electoral es muy similar a
la de la década del ochenta del siglo XX. El Partido Colorado y el Frente Amplio,
en cambio, han sufrido un proceso de sustitución estructural –en que uno ocupó
el lugar del otro- que se produjo antes
del surgimiento de Vamos Uruguay. Hasta donde alcanza mi conocimiento, la
ciencia política ha estudiado en profundidad este proceso desde la perspectiva del crecimiento del Frente Amplio, pero ha
prestado menos atención a las razones de la caída del Partido Colorado. En todo
caso, puede afirmarse que ella no es responsabilidad de la agrupación que hoy
predomina en el partido de Rivera. A Vamos Uruguay puede criticársele el haber
sido incapaz de revertir la debacle, pero no el haberla generado. La actual hegemonía
riverista es un mérito de quienes dirigieron al Batllismo durante las dos
décadas que siguieron a la apertura democrática.
Tesis 2: la identidad ideológica de Propuesta Batllista
(PROBA) se acerca más a los principistas del siglo XIX que a los batllistas del
siglo XX
Por supuesto que dentro del Partido Colorado hay batllistas,
pero no hay, en mi opinión, una corriente política estructurada que recoja la
identidad batllista (con la excepción, quizá, de Ala Batllista, que en todo
caso es una agrupación muy pequeña). Quienes se consideran y son considerados
el Batllismo dentro del Partido Colorad (PROBA), recogen en realidad una identidad
colorada anterior, la de los principistas liberales del siglo XIX. Sintomático
de ello es que los principales énfasis programáticos de PROBA en esta elección
se vincularon, por una parte, a lo que han percibido como un deterioro
institucional –la preocupación por excelencia de la generación principista de
1873-, y por otra con su obsesión por eliminar un impuesto que sólo paga el 30%
de las personas con mayores ingresos (y dentro de estos sólo afecta en forma
significativa al 10% de la cúspide). Es cierto que José Batlle se oponía a este
tipo de impuestos, pero ¿es que acaso fue esta la seña distintiva del Batllismo
como para que quienes se reclaman sus herederos la levanten como bandera
programática central? Por no mencionar que en el modelo batllista el rechazo de
los impuestos a los ingresos se complementaba con una fuerte tributación a la
herencia, de modo que lo que la persona no pagaba cuando ganaba lo pagaban sus
herederos. En todo caso, no creo que los “batllistas” colorados de hoy tengan
problemas en reconocerse herederos de la tradición del liberalismo principista
del siglo XIX, a condición de que se considere al mismo José Batlle dentro de
ella. Y puede sostenerse, naturalmente, que el liberalismo es consustancial al
Batllismo, por lo que al ser PROBA liberal, es batllista. Pero ello supondría
desconocer al menos tres elementos importantes. En primer lugar, que por
liberalismo pueden entenderse cosas distintas. Es cierto que los batllistas se
consideraban liberales, pero también se percibían así sus detractores, lo que -como
ha mostrado Caetano-, condujo a un fuerte debate en torno a la noción de
liberalismo entre una perspectiva más pasiva –libertad de- y otra más activa –libertad
para. Mientras el Batllismo se identificaba con la segunda, es la primera
–que tiene un referente contemporáneo en Robert Nozcik- la que expresa la
corriente “batllista” del Partido Colorado actual. En segundo lugar, y
vinculado a lo anterior, no debería olvidarse que para sus detractores –tanto
herreristas como riveristas- el Batllismo no era un movimiento liberal, sino
jacobino o incluso socialista. Un clivaje ideológico que, visto desde la
actualidad, enfrentaba a un Batllismo
reformista o republicano con una oposición liberal-conservadora
encarnada en el herrerismo blanco y el riverismo colorado. Finalmente, y en
tercer lugar, aunque se reconozca que el Batllismo puede entrar en una
definición suficientemente amplia y vaga de liberalismo, no debería
desconocerse que aquello que lo distinguió no fue su preocupación por la agenda
liberal clásica, decimonónica, sino justamente la idea de que el Estado debía
asumir un rol dirigente en el desarrollo económico y social, a la vez que
proteger a los más débiles. Y mientras en 1911 el Presidente Batlle se alegraba
de que los obreros tranviarios habían ganado una huelga, los dirigentes de
PROBA se preocupan por achicar el Estado y reducir impuestos a quienes más
ganan.
Tesis 3: la identidad ideológica ampliamente mayoritaria
dentro del Partido Colorado ha mutado hacia un liberalismo-conservador que en
nuestro país ha representado el herrerismo; la crisis colorada consiste en
negarse a reconocer esta mutación
Si la mayoría del Partido Colorado puede identificarse con
el riverismo y quienes se auto perciben como los herederos de José Batlle han
renunciado a lo que constituyó la seña de identidad del movimiento político que
él fundó, acercándose más bien al liberalismo pre-batllista, entonces en algún
momento el Partido Colorado sufrió una mutación radical. Los votantes
batllistas abandonaron al Partido Colorado porque el Partido Colorado abandonó al
Batllismo. Una transformación que no por radical fue rápida y cuya magnitud se
observó con el paso del tiempo, en parte porque además de lento el proceso fue no
lineal. Mientras el liderazgo de J. M. Sanguinetti presenta más de un rasgo
claramente “batllista” –por ejemplo la convocatoria a consejos de salarios
durante su primer gobierno, la ambigüedad ante las privatizaciones impulsadas
por el herrerismo y las reformas educativa y de seguridad social en el segundo-,
también es cierto que fue el mismo Sanguinetti quién lanzó la tesis de las
familias ideológicas, según la cual el Partido Colorado compartía una identidad
sustancial con un Partido Nacional dominado por el mayor adversario del
batllismo: el herrerismo. Una teoría, la de las familias ideológicas, que no
hacía más que reconocer la mutación radical de la que venimos hablando. Así, si
esta interpretación es correcta, lo que vive hoy el Partido Colorado no es una
crisis de identidad, sino una crisis por negarse a aceptar que ha renunciado a
su identidad batllista para adoptar una nueva, de cuño liberal-conservador, que
lo hermana con el herrerismo.
Para superar su situación actual, el Partido Colorado puede
seguir dos caminos. Uno, que ha seguido hasta ahora más allá de cierto grado de
esquizofrenia, consiste en reconocer su nueva identidad ideológica y disputarle
al herrerismo la representación del pensamiento liberal-conservador. Fue la
estrategia que siguió Pedro Bordaberry. El problema es que probablemente el
herrerismo seguirá resultado más atractivo para ese espectro del electorado, en
la medida que está ubicado allí desde hace más de un siglo. En segundo lugar,
el Partido Colorado puede intentar otro viraje, poniendo de nuevo en el centro
de su discurso y su programa las señas de identidad batllistas. Sin embargo, enfrenta
al menos dos grandes dificultades. En primer lugar, porque para retomar
banderas que ha abandonado, un partido debe primero enterarse que las abandonó.
Repasando algunos análisis sobre el reciente resultado electoral pareciera que
los “batllistas” del Partido Colorado son los únicos que no han podido percibir
lo que todos los demás podemos ver: que el Batllismo está en el Frente Amplio.
En segundo lugar, aunque hiciera ese reconocimiento y decidiera retomar las
viejas banderas, debe convencer a los ciudadanos batllistas –algunos ex
colorados, muchos otros directamente frenteamplistas- que posee una capacidad
superior a la del Frente de llevar adelante la construcción del país modelo
soñado por Batlle; algo extremadamente difícil, dado que por décadas renunció a
hacerlo sin ni siquiera darse cuenta de dicha renuncia. Tal como están las
cosas, lo que me parece más probable es que el Partido Colorado se consolide
como el hermano menor de la coalición liberal-conservadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario