martes, 25 de noviembre de 2014

Finalmente la derecha dice lo que piensa. A propósito de la visita de Gloria Álvarez

Me imagino a Gloria Álvarez a bordo de uno de los pocos botes de salvamento del Titanic poco después de que el transatlántico se fuera a pique, con chaleco salvavidas y dos mantas, gritándole a una familia de náufragos chapoteando poco antes de morir congelados que lo que vaya a ocurrirles es su responsabilidad y que si se esfuerzan lo suficiente, en algún momento llegarán a tierra. Y es que esa es la concepción de la pobreza, sus causas y cómo se combate, que sustenta la politóloga guatemalteca (si creen que exagéro véanlo por ustedes mismos).
En un primer momento me pareció preocupante que nuestra derecha vernácula la eligiera de referente. Su razonamiento es infantil, simplista, frívolo, panfletario, y basado en múltiples premisas falsas. Cuando leí su decálogo dirigido a los pobres guatemaltecos –el mismo al que hice referencia antes- me indigné. Sin embargo, pasadas las horas, he reflexionado que así suele ser el pensamiento dogmático y el hecho de que nuestra derecha la idolatre no deja ser un avance en términos de transparencia. Especialmente cuando estamos terminando una campaña electoral en que la misma derecha, en un esfuerzo digno de mejor causa, se ha dedicado a negarse a sí misma y ocultarnos lo que piensa. Ahora Gloria Álvarez, por ellos invitada, nos lo dice en su nombre y con diáfana claridad.
¿Y qué nos dice Gloria? Que los pobres lo son porque no se esfuerzan, porque son borrachos, resentidos y sumisos. Que los pobres no debieran reclamar políticas sociales, sino aprender ingeniería en un cibercafé –a la derecha no le gusta que los pobres reclamen nada. Que aquellos gobiernos que impulsan medidas que benefician a las mayorías son populistas (razón por la cual, lógicamente, el primer batllismo cae en esta categoría, como ellla misma ha dejado claro), que las medidas redistributivas y los impuestos progresivos son un robo que atentan contra el crecimiento. De allí extrae algunas conclusiones: que los pobres son ignorantes y por eso votan lo que votan, y por eso América Latina está jodida: porque las mayorías votan a quienes impulsan políticas que les son favorables en lugar de votar a quienes no lo harían –a la derecha le gustaría que votaran a quienes beneficiarían a la elite; a algunos incluso les parecería mejor que no votaran. En suma, que el problema de nuestras democracias es justamente ese, que son democracias.
Las primeras son en general afirmaciones de hecho, empíricas, y pueden ser verdaderas o falsas. Ese es el caso, por ejemplo, de decir que las políticas redistributivas o los impuestos progresivos atentan contra el crecimiento, o las políticas sociales multiplican la pobreza, o, para resumir, que el Estado de Bienestar ha deteriorado la calidad de vida de las personas. Falso. Si fuera cierto Suecia estaría lleno de pobres y sus ciudadanos serían esclavos. Gloria Álvarez muestra saber muy poco de historia y economía, y no parece importarle.
Las “conclusiones” que Álvarez extrae de estas premisas falsas son naturalmente falsas, pero tienen la virtud de expresar con claridad meridiana lo medular del pensamiento de derecha. Y aquí radica lo ventajoso de su visita, porque nos ha mostrado que nuestra derecha sigue siendo derecha, que más allá de discursos new age sigue pensando que más vale combatir a los pobres que a la pobreza, que un sistema impositivo que incremente la desigualdad –como el que había aquí hasta 2007- es preferible a uno que la reduzca -como ocurre ahora- y que su motivación central es la defensa de los privilegiados. A menos de una semana de elegir presidente, habiendo aceptado que la derrota es inevitable, nuestra derecha ha optado por la dignidad de decir lo que piensa. Bienvenido sea.

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